Capítulo 1. El dolor a mundo
El telenoticias emitía
las imágenes como si fuera el goteo constante de un grifo mal cerrado que, en
vez de agua, salpicara sangre.
Niños cubiertos de polvo. Mujeres asfixiándose en sus propios llantos con bebés
envueltos en sábanas blancas. Edificios enteros cayendo como si fueran de
cartón.
Bajé el volumen, pero ya era tarde: ese ruido de infierno me había agarrado por dentro. Y lo que jamás imaginé: nunca volvería a soltarme.
—No puedo más, Antonio. No puedo. Tengo que apagar el televisor.
Él, con el periódico
abierto y las gafas en la punta de la nariz, ni levantó la vista.
—Pues cambia de canal, mujer. Ponte la serie esa de médicos que te gusta.
Lo miré como quien mira a
un perro que se lame el trasero mientras el mundo se derrumba. Suspiré. Bajé el
volumen tanto como pude.
—No es cambiar de canal, Antonio, es el mundo que se está cayendo. Y tú con tus
sudokus.
Carraspeó, incómodo.
—Mari, esas cosas están muy lejos. Bastante tenemos aquí con el precio del
aceite.
Me levanté del sofá y fui a buscar el móvil. Me senté en la cama, el aparato en las manos. ¿A quién llamo? ¿Y si nadie me entiende? ¿Y si a nadie le duele tanto como a mí? ¿Y quién soy yo para llorar el dolor ajeno, mientras estoy aquí, en mi casa bonita, con Antonio y sus sudokus?
El mundo se tambaleaba. Yo también. En mi cabeza sonaban los gritos de esas madres. Los cuerpecitos envueltos en blanco.
Ese día todo cambió. Y yo nunca volví a ser la misma.
Me levanté, abrí el
armario y rebusqué por los rincones.
—¡Tiene que estar aquí! ¡Vamos, Maricarmen!
Con rabia, pena e impotencia tiré toda la ropa al suelo hasta encontrarlo. Ahí estaba: la kuffiya que años atrás me había regalado Fátima, la vecina del 4º, después de cuidar sus plantas mientras viajaba a su amada Palestina.
La desplegué con cuidado,
como si sostuviera un trozo de humanidad, y me la eché a los hombros.
Me senté en la cama, aferrada a ella, y lloré. Lloré sola, con ese nudo en la
garganta que no me dejaba respirar.
En el salón, Antonio
murmuraba:
—¿Dónde narices habrá metido el mando esta mujer?
